Man! Se murio peña!
Estos últimos meses había escuchado bastante a Peña y me llamaron la atención un par de cosas. Lo noté más politizado, en el buen y único sentido: nunca había escuchado a otra persona hablar de política tan real y seria-mente. Ya no a partir de sus personajes, sino con la voz aireada y entera que recorría mis escalofríos por la mañana, escuchaba claro y verdadero que, por ejemplo, de Narváez es un narco recontrahijo de mil putas -y ahora que ganó toma otra dimensión, ¿no?-; San Isidro es un lugar manejado por mafiosos de la San Puta; la provincia de Buenos Aires, lo que hicieron con ella y los que hicieron con ella lo que quisieron, todos, son una garcha; que Nacha Guevara es Garcha Guevara; que Cristina, como Kirchner, son dos ratas de puerto con un lindo disfraz; que a D' Elía lo tiene que agarrar un camión; que los conchetos de San Isidro están todos del orto, enfermos hijos de puta. Que todo (y todo es el gobierno, el anti-gobierno, las terceras vías... en definitiva: todos: la gente: todos) empuja hacia la mierda. Que hay que salirse, escabullirse, se puede y es cuestión de plantarse y de no plantarse; de saber correrse todo el tiempo de la mano correspondiente y mirar cómo nos esquivan los bondis de frente. Viajar pasado en merca hasta Brasil; tener perros y quererlos más que a la gente; poder degollar uno de tus perros por una convicción artística; cagarse en todo, absolutamente todo lo que no sea real. Y por real quiero decir lo contrario a ciertos factores básicos de los que por suerte era bastante claro al atacarlos: el concheto orgulloso, el puto orgulloso, el político orgulloso, el cura orgulloso, el cabeza de tacho orgulloso, el travesti orgulloso, el macho-man orgulloso, el judío orgulloso, el mediocre orgulloso y más. Porque en definitiva, lo que unía a todos sus personajes era que presentaban una especie de seguridad en lo que eran. Pero una seguridad falsa. Una seguridad con respecto a una identidad que en realidad es otorgada por los otros, por la sociedad y, bueno, como somos parte de ella, por nosotros mismo al final, pero habiendo transitado un camino exterior, prejuicioso y cagón. Plantarse no es tener orgullo de lo que somos porque plantarse es saber que no somos nada. Mejor aún: somos la posibilidad de. ¿De qué? De cualquier cosa. Y cualquier cosa no quiere decir un personaje y ya: cualquier cosa quiere decir todo, adelante, el cambio, la multiplicidad, el no saber, la falta de certeza y elegir no elegir. Ser alguien que no termina de ser nunca y que de hecho deja de ser constantemente lo que era. Ser lo que está por ser. Etcétera.
El jueves 25 pasado, a las 19:45, me llegó otro mensaje de ese mismo amigo:
Se murio michael jackson
Cuando abrí el blog, en el primer post escribí acerca de Michael. Justo había cumplido cincuenta años y como siempre me había parecido muy, muy, muy, MUY complejo el movimiento de las cosas que lo rodean, claro, generado por el extrañísimo mundo, con sus ciudades y sus lagos, cabarets y salas de torturas, que era él, subí algunas ideas. Básicamente decía que el tipo este me pareció una continuidad de hechos, desiciones, noticias, bueno, información al fin y al cabo, que llamé TRANS. Se vestía, se operaba, se modificaba, sus abusos, su guita, sus deudas, los objetivos, la perspectiva en torno a Michael, todo, TRANS. Los contornos siempre los corrió; los límites entre bien y mal, claro y no claro, arte y basura, verdad y mentira, todo lo borroneó. Finalmente me preguntaba, a modo de duda TRANS, si todo lo que hizo con su cuerpo, con su prensa y demás no pudo haber sido por guita. No porque lo creyera, estuviera seguro de eso y odiara a las estrellas de Hollywood. Me parece que los límites de enfermedad/no enfermedad que transfiguró el rey del Pop habían llegado a tal punto que ya daba para hacerse cualquier pregunta. Hoy no. Hoy no tengo ganas de preguntarme si su muerte es real, TRANS o qué. No me interesa y justamente, creo, es porque me pasa lo que justamente me comentaba el mensajero este fin de semana: su muerte es algo muy artificial, que no me llega, y cuando lo hace, cuando pasa cerca de mi cara es como una brisa helada sin siquiera con olor a muerto. Michael Jackson concentró ciertos puntos fundamentales como para llegar al fondo de la tierra, besarle el culo al diablo y volver: arte, pedofilia, drogadicción, millones de $, deformarse el cuerpo como nadie lo hizo, mover masas, arte del mejor, estar completamente loco. Y eso que con el término locura no me llevo muy bien. Pero este tipo me superó. Qué análisis ni tres pelotas... Michael Jackson es la última cara de la historia del mundo. Hitler y después él.
El viernes 33 que viene, a las 20:52, me va a llegar este mensaje
Se murio de narvaez man!
Y no porque lo vayan a matar, se vaya a suicidar o vaya a tener algún tipo de explicación médica. Se va a morir, después ella, después Néstor y Cristina, después Solanas, Zamora y así hasta cada uno de nosotros. A la vez mi viejo me va a llamar al laburo y me va a decir que se murió mi abuela. No voy a sufrir y voy a conectarme al msn. No va a haber escándalo ni nada parecido en los nicks de mis contactos. No va a haber contactos conectados. Y voy a mirar afuera y ver cómo los que caminan son pocos. Y va a haber un cuerpo en la entrada de mi trabajo que va a ser el de una chica. Sofía. Mi Sofía. Y tampoco voy a llorar porque para eso va a estar mi compañero de trabajo: él va a correr hasta la puerta, la va a levantar apenas como en las películas y la va a abrazar. Va a saber que él debería haberse muerto con ella. y entonces todas sus entrañas, toda su sangre va a congelarse de una angustia enorme y se va a querer morir. Yo mientras voy a estar quieto. Mi Sofía. Voy a estar mudo. Queriendo haberla abrazado. Pero no lo voy a hacer, porque no creo y por ende no voy a querer realmente. El amor no existe. Entonces me voy a olvidar de Sofía como me olvidé de otras y me voy a acordar de mi familia. De mis días, mis mañanas. Y voy a verme desde arriba, casi a las nueve de la noche, naranja como el atardecer que va a estar siendo, solo. Voy a ver que nunca tuve familia y no voy a ver nada. Voy a saber que nunca tuve ropa, ojos ni boca. Los muertos van a caer silenciosos a mi alrededor, sin dramatismo alguno. Voy a saber que mis amigos van a estar muertos. Y me voy acordar que los amigos no existen. Que siempre estuve solo y que hasta en mi muerte, que no va a llegar rápido, pero no la voy a esperar ansioso, también voy a estar solo. Y cuando me muera voy a olvidarme de todo. Voy a dormirme a las nueve de la noche, de día, atardeciendo como toda mi historia, en el fondo del corazón de nadie. Nunca estuve en ningún lado. Muriendo mientras muere el mundo de fuego que es el sol.