¿La cara?
Porque odio
-dijo
odio tanto
hasta al ardmor (en tanto arde después de surcarte, mi lengua de bisturí, tu algodón, plastilina, no sé, espacial, muchas muchas veces)
al que escribe como al que escribe
con las palabras -las de verdad, las del intestino infinito:
las que viven de en donde viven:
el aaaaaaaaire
a ese que tose frases como locomotoras de un siglo con números romanos
pero (¿¡todavía!?)
en el dieciochomilochocientosochentaycinco después de Cristo.
Y mi paciencia, que ya era, encima se llena: de humo.
Por eso y porque
-no va a usar esa palabra
no (extremadamente) odio
(extremadamente) no odio
no odio (extremadamente)
la nota que al caer
como lo hacen
de espaldas
con pollera
a la cama
las chicas que actúan las publicidades de mi alma
canta
en el quirófano que es el inodoro de mi casa
la parte de ser que acabo de arrancarme desde adentro mío.
La amo tanto como traicionarme,
y como al sueño que mira, piernas cruzadas, desde los cuadros viejos de mi de vuelta casa
cuando todavía no...
cómo dicen...
"evacué"
y todo, todo, pero todo
se deforma frío y chistoso: un matadero atendido por payasos.
Por ese carácter que tuve desde no sé cuando
menos sé por cuánto más
hasta recién, que escribí, me traicioné, esto
-ahí, dijo, es cuando él se reconcilia con él
si me preguntaran por las aldeas que se inventan
ojo: de no duendes, ni elfos, ni hadas (sino las partículas de corales, suicidados y excremento que quedan flotando después de nombrarlos, a pesar de que sea negándolos. Podría agregar Warszawa. Negarlo. Y ya está en este mar)
en las tierras de Sofía, diría:
Nunca serían tierras: recién dije este MAR.
Mi carácter sigue acá:
No hay cosa más linda que una mujer hermosa (HERMOSA) con cara de culo.
Sofía
Le pedí a Sofía que escribiera y describiera, para los que no la vieron, alguna parte de su cuerpo, ya que todo era demasiado pedir. Y escribió eso.