La Mala Fe

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En la noche.
Espero que me pongas la manzana -fresca y verde- en la boca. Que me encierres en el polvo azul de tus espamos. Y me dediques una pajina. De tu libro carmesí.
Libro que -lo veo- tiene las hojas cortadas a mano; de cartón. Filosas e irregulares como la lengua de una rana. Roja. Rosa. No es carmesí.


Todavía soy tan viejo.
Que me acuerdo de las veces que me rozaban explicándome cómo cortar siguiendo la línea dibujada, que marcaba y dividía los dos universos de hojas, dejando en el centro, en lo abierto, la verdad. Roce que generaba una explosión en las nubes de mis zapatillas, y dejaba subir, erizando las tierras de mi piel, una blanca boa eléctrica que terminaba mordiéndome atrás de las orejas. Y cada uno de los escalofríos salía por las grietas de mi cuero cabelludo.


Como humo.

Arrastro hasta arriba de este volcán, un cuerpo muerto antes de tiempo. No le pude coser los párpados. Y voy mirando hasta que desde arriba alguien me ve y veo que el que ve soy yo viéndome verme. Muerto. Ya no sé cuál de los dos soy.


...
Te juro
Aunque digas que la fruta mejora el sabor de la lava blanca, siniestra y gloriosa. Y no supiera que en tu lengua le sacan la i. Quiero leer. Abrir el libro, de tanto amor, con la punta del gusano que los varones tenemos en la boca. Dibujar las situaciones de tu cuerpo. Mis palabras, cerca, para entendernos, azules, tan cerca, protegiéndolas del frío rosa. Tanto que vas a gritar de alegría.


Pero antes
Sasha

Voy a empujar con toda libertad el subsuelo de tu alma. Llegar hasta el candelabro incierto pero final de tu pensamiento. Y pedirte después del beso a la sangre de tus labios, trepando con movimientos accidentados, que, mirándo las cicatrices de mis párpados, tragues un poco de mala fe.

La masturbación de los pingüinos

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Veo en la ventana que no me miran más
Y sé: las cosas son… lo que parecen.
Como el cigarrillo.
Será la herida, el heridor.
Será
El zigarrilio dentro de un carro:

Es la punta del iceberg.
La carne penetrada de una nave marina.
Y Poseidón, la helada, nadando apretado para hacer el
coger
con los muertos.
Hiere el aire. Chorrea humo. Inunda.

Pero las cosas son lo que parecen.
Parecen algo que para lo que existo
aletean como las pestañas de Kirsten Dunst
mientras que yo soy quebradizo y lejano como una araña.

O como el suicidio.
Meditaba en la ventana sin miradas
-con el cigarrillo (no el de antes) mentiroso (uno nuevo)
que parece calentar el envase de plástico
(((sin&alma$que?tengo))) abajo de la remera,
y no: el cigarrillo en la noche es helado
-en llevar el doble suicidio. Imposible.

Me parecía algo impensable.
Y así: eso inabarcable, que la noche anfitriona
sirve tapándose los ojos, sonriendo, en bandejas de perlas
Corales
Victoria
Volvé y
Vamos de
Vacaciones
Vi las tablas naranjas
La sombra de las rejas
Y las bicicletas de verano, zumbando
La canción para una parte de mi muerte doble.

El suicidio es aterciopelado y jugoso como un durazno.

Entonces, ante lo imposible (la noche, despertarse, los vecinos y el gato intentando entrar por
la ventana) elegí la otra parte. Un suicidio simple. El suicidio no parece complejo. El suicidio fue
rápido. Sincero.
Las cosas son lo que padecen.

Jimena. Darling.
Entre dos suicidios
me quedo con una cruz.
Una tele de domingo.

Suicidándome
me hago una paja viéndote cortar una manzana.

La tostada de la novela

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Se sabe:
la felicidad se parece mucho a la angustia.

Pero
-aunque 'perear' sea el regalo de mis escamas a la nada
(y arruine nuestra relación)-
¿Qué pasa en el medio?
¿Qué pasa en el medio...
entre ddooss... momentos?

Momentos
que son eso: cuando las vías
y la espalda de la tierra torturada
se callan
el carro arañado para,
y no la lamparita: la vela en el casco se prende

y más...

A la cueva y universo de cielos, tierra y horizontes
de alquitrán (que somos)
la miro con mejillas quebradas
pestañas que son cárceles
cárceles protectoras
y sobre todo anteojos sin sol:

La felicidad, la angustia y el momento
además de quemarme hermanas
son el olvidar que la llama que ilumina el alquitrán,
que me pone anteojos negros
y encandila a los cuervos

ni siquiera es mortal: si la roza el viento
d e s a p a r e c e .

Entonces, Olivia:
las patillas me dejaron alquitrán derritiéndose como una lagaña espesa
negra, saliendo de mi escuchar
(alquimistas de la voz que crearon cera de muerto),
tratando de no caer
aferrándose como una lágrima a mi piel su acantilado.
Y el lente, hermoso en lo frío y sobrio
sin embargo
no me dejaba sentir cómo, cuando desaparece la luz de la angustia,
del amor; la felicidad -del amor-; o la llama el momento;
al fuego
lo veo en la oscuridad, cuando

solo y ciego

garúan plumas de alquitrán de la mina en la que habito
sobre mis párpados.

Así, de nuevo:
¿Qué pasa en el medio?
¿Qué pasa entre dos?

La oscuridad, la no-vela, el fuego como tacto y no-luz, el mientrastanto entre momento y momento
(urgente como la que sonríe afónica; rubia de querer bailar; piel cobriza de alcohol)
tiene el dibujo (las palmeras, un lunar, el mago) de tu nombre


Olivia.

Volví para morirte

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¿La cara?


Porque odio

-dijo

odio tanto
hasta al ardmor (en tanto arde después de surcarte, mi lengua de bisturí, tu algodón, plastilina, no sé, espacial, muchas muchas veces)
al que escribe como al que escribe
con las palabras -las de verdad, las del intestino infinito:
las que viven de en donde viven:

el aaaaaaaaire

a ese que tose frases como locomotoras de un siglo con números romanos
pero (¿¡todavía!?)
en el dieciochomilochocientosochentaycinco después de Cristo.
Y mi paciencia, que ya era, encima se llena: de humo.

Por eso y porque

-no va a usar esa palabra

no (extremadamente) odio
(extremadamente) no odio
no odio (extremadamente)
la nota que al caer
como lo hacen
de espaldas
con pollera
a la cama
las chicas que actúan las publicidades de mi alma

canta

en el quirófano que es el inodoro de mi casa
la parte de ser que acabo de arrancarme desde adentro mío.
La amo tanto como traicionarme,
y como al sueño que mira, piernas cruzadas, desde los cuadros viejos de mi de vuelta casa
cuando todavía no...
cómo dicen...
"evacué"
y todo, todo, pero todo
se deforma frío y chistoso: un matadero atendido por payasos.

Por ese carácter que tuve desde no sé cuando
menos sé por cuánto más
hasta recién, que escribí, me traicioné, esto

-ahí, dijo, es cuando él se reconcilia con él

si me preguntaran por las aldeas que se inventan
ojo: de no duendes, ni elfos, ni hadas (sino las partículas de corales, suicidados y excremento que quedan flotando después de nombrarlos, a pesar de que sea negándolos. Podría agregar Warszawa. Negarlo. Y ya está en este mar)
en las tierras de Sofía, diría:
Nunca serían tierras: recién dije este MAR.

Mi carácter sigue acá:
No hay cosa más linda que una mujer hermosa (HERMOSA) con cara de culo.




Sofía



Le pedí a Sofía que escribiera y describiera, para los que no la vieron, alguna parte de su cuerpo, ya que todo era demasiado pedir. Y escribió eso.