Hoy hablé con Sofía. Me dijo que tiene los mismos problemas con movistar. Mientras íbamos en el 720 arrancábamos la cabeza de los huesos, doblando, torciendo hasta darnos cuenta que el cielo estaba adentro de un agujero que hasta hoy era de agua, abajo del puente por el que pasa el bondi todas las idas y venidas. Nos quedamos helados porque, además del frío, la noche de ayer, sábado, nos la habíamos pasado comiendo unas barras de chocolate color verde fluor que el cuñado de ella le había traído de afuera. Hoy mirábamos todo con ojos de lo contrario a un colibrí o un neurótico.
Todo eso lo creí, lo querí haber vivido o soñado al menos. No lo encontré en el 720. No pasamos la noche del sábado juntos. Yo no salgo los sábados. Hoy, domingo a la mañana, temprano, cuando todos los que duermen creen que todos duermen, yo me estaba peleando con una boca amorfa que adentro tenía amontonada una masa violácea y babosa, con tres o cuatro dientes puntiagudos y amarillentos, rugosos, clavados. Me decía que si había usado el servicio, por más cerrada que estuviera la boletería en La Lucila, ahí, en el culo del mundo, que se llama Tigre, tendría que pagarlo. "Pero yo pago para que entre otras cosas la boletería también esté abierta AHÍ". Primero me miraba las tetas, pero después se alteró. Dijo que si el servicio lo había usado tenía que pagar; que no era excusa lo de la boletería porque lo que importa es el viaje y que si no pagaba, la próxima vez que me viera sin boleto, cuando esté yo, aunque la boletería esté cerrada, NO PASÁS.
Es ahí cuando me alegro de que ella ahora tenga el pelo amarillo. Mi Sofía.
Doy asco: el pulóver suave que se me marca, la boca pintada como después de haber acabado, mis cachetes acalorados como si hubiera cogido sólo boca abajo, todos los movimientos de mi cuerpo diciendo que te odio, que hablo no mejor pero más cómoda que vos, que sé más que vos y que seguramente toda tu familia y todos los antepasados de tu familia juntos, que mi presente si bien no es lo que querría es algo digno, no tan pelotudo, aburrido, monótono y cagón como el tuyo y así de reventada, ah, y lo peor de todo, así de rubia, le dije. ¿O sea que si no hay boletería abierta y considero que vos vas a estar acá cuando llegue, no voy a poder viajar en tren? Estás diciendo eso, ¿no? ¿Te das cuenta? Yo no sé qué creés que sos en esta empresa, en TBA, pero por lo visto no entendés que no sos nada. Lo que pienses que hacés diciéndome esto; lo moral o correcto o argentino o excepción a la regla del argentino chanta que creas que sos está errado, estás muy mal. Yo no entiendo ¿te estás poniendo la camiseta de una empresa que te debe meter un palo en el orto seis días por semana? ¿Me estás jodiendo A MÍ, imbécil, por algo que evidentemente tengo razón y por lo que vos deberías luchar adentro de la puta empresa de mierda en la que trabajás, así pendejas como yo no te rompemos las pelotas por algo que no te tendrías que hacer cargo? Antes de darme cuenta ya estaba caminando afuera de la estación, sin gritar porque el griterío se lo hice a medio metro de la cara. Cuando me iba escuchaba que este gordo forro, de rulos negros, boca destrozada, absolutamente intocable y másabsolutamente asesinable, ajusticiable, hombre/autoesclavo-al-pedo-en-el-mundo, me gritaba "Rataa! Juira de acá, gritona!".
PoresomegustatantoSofía.
2 olores:
Aaaaah, pero ahora sí!
Copada Sofía, ja!
Jejeje, sí, es macanuda.
Publicar un comentario