El arte es llorar y cagarse encima de felicidad

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Si no querés ser Él, estar en Ese público o haber formado parte de Eso, ESTÁS MUERTO, EN BLANCO, VACÍO, SOS UNA CAGADA HUMANA, TU SENSIBILIDAD SE LA TRAGÓ EL AUTO-MAC, LA LITERATURA SNOB Y LA MÚSICA QUE ESTÁ EN POSE. TENÉS QUE TIRARTE ABAJO DE UN TREN ASÍ NO SEGUÍS ENFERMANDO AL MUNDO. HIJO DE PUTA. DEJANOS SER. QUEREMOS REÍRNOS Y MOVERNOS COMO ESPÁSTICOS HASTA DORMIRNOS CON UNA SONRISA EN LA JETA. DE DÍA. EN LA PLAYA. Y con algo abajo de los brazos.


¡FIESTA! ¡JODA! ¡¡¡BAILOOONGO!!! y todos los sinónimos de qué hacer HOY! SÁBADO a la noche

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HOY! el elenco de Una Historia Tendenciosa se manda una joda en el HipBar, así que si querés querer que cuando quieras querer a alguien querido te quiera querer romper la quinta esencia del melón que querés llevar quieto en la cabeza, ¡pasááááte, mi querubín! y nos vas a querer más.

Quiero decir que queriendo querer reservar para quedarte con los queridísimos cobres para el bondi, reservá mandado un mail a fiestatendenciosa@gmail.com

Te queremos queriendo no parar de joder, querid@!!!!!!!

No hay cosa más linda que una rubia teñida

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Hoy hablé con Sofía. Me dijo que tiene los mismos problemas con movistar. Mientras íbamos en el 720 arrancábamos la cabeza de los huesos, doblando, torciendo hasta darnos cuenta que el cielo estaba adentro de un agujero que hasta hoy era de agua, abajo del puente por el que pasa el bondi todas las idas y venidas. Nos quedamos helados porque, además del frío, la noche de ayer, sábado, nos la habíamos pasado comiendo unas barras de chocolate color verde fluor que el cuñado de ella le había traído de afuera. Hoy mirábamos todo con ojos de lo contrario a un colibrí o un neurótico.

Todo eso lo creí, lo querí haber vivido o soñado al menos. No lo encontré en el 720. No pasamos la noche del sábado juntos. Yo no salgo los sábados. Hoy, domingo a la mañana, temprano, cuando todos los que duermen creen que todos duermen, yo me estaba peleando con una boca amorfa que adentro tenía amontonada una masa violácea y babosa, con tres o cuatro dientes puntiagudos y amarillentos, rugosos, clavados. Me decía que si había usado el servicio, por más cerrada que estuviera la boletería en La Lucila, ahí, en el culo del mundo, que se llama Tigre, tendría que pagarlo. "Pero yo pago para que entre otras cosas la boletería también esté abierta AHÍ". Primero me miraba las tetas, pero después se alteró. Dijo que si el servicio lo había usado tenía que pagar; que no era excusa lo de la boletería porque lo que importa es el viaje y que si no pagaba, la próxima vez que me viera sin boleto, cuando esté yo, aunque la boletería esté cerrada, NO PASÁS.

Es ahí cuando me alegro de que ella ahora tenga el pelo amarillo. Mi Sofía.

Doy asco: el pulóver suave que se me marca, la boca pintada como después de haber acabado, mis cachetes acalorados como si hubiera cogido sólo boca abajo, todos los movimientos de mi cuerpo diciendo que te odio, que hablo no mejor pero más cómoda que vos, que sé más que vos y que seguramente toda tu familia y todos los antepasados de tu familia juntos, que mi presente si bien no es lo que querría es algo digno, no tan pelotudo, aburrido, monótono y cagón como el tuyo y así de reventada, ah, y lo peor de todo, así de rubia, le dije. ¿O sea que si no hay boletería abierta y considero que vos vas a estar acá cuando llegue, no voy a poder viajar en tren? Estás diciendo eso, ¿no? ¿Te das cuenta? Yo no sé qué creés que sos en esta empresa, en TBA, pero por lo visto no entendés que no sos nada. Lo que pienses que hacés diciéndome esto; lo moral o correcto o argentino o excepción a la regla del argentino chanta que creas que sos está errado, estás muy mal. Yo no entiendo ¿te estás poniendo la camiseta de una empresa que te debe meter un palo en el orto seis días por semana? ¿Me estás jodiendo A MÍ, imbécil, por algo que evidentemente tengo razón y por lo que vos deberías luchar adentro de la puta empresa de mierda en la que trabajás, así pendejas como yo no te rompemos las pelotas por algo que no te tendrías que hacer cargo? Antes de darme cuenta ya estaba caminando afuera de la estación, sin gritar porque el griterío se lo hice a medio metro de la cara. Cuando me iba escuchaba que este gordo forro, de rulos negros, boca destrozada, absolutamente intocable y másabsolutamente asesinable, ajusticiable, hombre/autoesclavo-al-pedo-en-el-mundo, me gritaba "Rataa! Juira de acá, gritona!".

PoresomegustatantoSofía.

Nuevo celular, nueva cadena (creo que nuestra relación va a ser siempre misteriosa)

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Estaba soñando con una profesora de la facultad: unos treintaypico, rellenita, sin algunas muelas (se notaba porque sonreía mucho, así que no era nada grave), siempre fumando Marlboro Light de diez y los ojos desesperados, no entendiendo lo que la rodeaba, lo que éramos, para qué estaba, al margen del placer de fumar en un aula y después de refregar el brazo por el hielo del aire hijo de puta de las ocho aeme, leo este mensaje de 1613:

Tu factura
movistar vencio, de
no registrarse el
pago se
interrumpira el
servicio. Si
efectuaste el pago
ignore este SMS

Me dijiste que tus ojos eran verdes como las luces del teclado

Ahora veo el mensaje transcripto en esta hoja de papel tibia y por siempre plana, muy-de-carne. No sabía que existía la posibilidad de que uno llegara a dudar, por más de un segundo, quién, cómo o qué es lo que manda el mensaje. Nunca lo había pensado, pero a veces, como si el no-pensar escondiera una tierra de ideas ahí en el fondo de mi cabeza antes de poder dudar, pensar y remover, la idea de una máquina habitaba en mi fondo. No una computadora, porque las computadoras, por más lindas y avanzadas que sean, están para otra cosa. Los mensajes pertenecen a algo menos concreto, más humano, pero a su vez menos conocido que las computadoras. El terreno material, tecnológico en el que habitan los mensajes no es uno de computadoras. Tampoco de celulares. No me imagino un teléfono celular solo, chiquito, apoyado en una silla de oficina mandando miles de mensajes de texto a los deudores de su compañía; sí si fuera un celular grande, gigante, del tamaño de hombre, tembloroso y caliente, con una pantalla que fuera por poco un ojo largo y digital. Pero eso se parece más a lo que decía antes. Pensaba que la que se haría cargo de mis ojos pinchudos a las ocho de la mañana sería una máquina. Hasta que lo leí de nuevo.

De pronto hiciste un ruido... Y no hablaste como hablan las tuyas.

Primero sentí que me daban vuelta muy rápido, un segundo, cabeza abajo y después de nuevo arriba. Un cambio climático rápido y nada placentero: "Tu factura" contra "ignore este SMS". Hay un por qué que no lo sabía. No lo sé, pero de a poco algunas ramas fui corriendo, atrás de algunas ranas fui corriendo y me llamó de pronto, de nuevo, la atención; como si fuera, además del clima, un malestar corporal: Mi factura venció (sola); de no registrarse el pago (solo); el servicio se interrumpirá (solo)... y de pronto... "Si efectuaste el pago" (si yo lo efectué, si yo lo hice, porque claro, solo no podría, a pesar de que vencer, registrarse e interrumpirse sí puede solo) tengo que ignorar el SMS.

A su vez, mientras veía que arriba de las hojas obesas de ese pantano en el que me estaba metiendo no había luz, pensaba en los acentos no tildados. ¿Qué me importa una, dos, tres o todas las tildes? ¿Qué me importa si cambia cuando se le antoja la voz pasiva por una activa? Y seguía: ¿Qué me importa el dibujo espantoso que forma ese texto, cortado y decidido por la distribución del celular? ¿Qué importa si me trata de vos y al final, como si hubiera tomado algo no tan bueno, me trata de usted? Nada. Pero entonces, si era nada ¿por qué me molestaba la humedad, la tormenta poco coqueta que se me venía al estómago cuando releía el mensaje?

Te pido por favor que no me llames más con vibraciones.

Fácil:

  1. Empieza llamándome a mí, directamente (Tu) y de pronto me dicen que se interrumpirá el servicio. O sea: somos dos: yo (que ni siquiera soy el que garpo necesariamente, porque el pago se registra pasivamente por algo o alguien que quizás no soy yo), contra algo impersonal, que operará en el futuro (interrumpirá) y que, como si fuera poco verme metido en un quilombo con algouien/es que va-a-operar y no es entidad ni identidad, no hay posibilidad de cuestionarlo, charlarlo, contradecirlo o aclararlo.
  2. Posiblemente, en un sentido gramatical normativo, estricto y de vieja pedorra, mis incomodidades de esa índole estén mal fundadas. No sé; en mí, esto es parte del temporal que se venía en mi cuerpo: "Tu factura movistar venció". Punto. La bomba que me acaban de tirar no desaparece con una coma fea y mentirosa. Algo nuevo: "De no registrarse el pago..." y ahí sí decíme lo que quieras, cosa que, en este caso, es (y sí, lo es, pura y llanamente) un puta amenaza.
  3. "Si efectuaste el pago ignore este SMS". ¿Quééééééé???? Esta no es muy rebuscada. Ahí hay algo raro: ¿por qué de pronto, así como así, la entidad pasiva, incuestionable pero lo suficientemente copada como para vosearme me trata de usted? Esta podría ser una variación: "Si garpaste, discúlpenos". Pero para demostrar que va a empezar a "respetarnos", a tratarnos como "adultos" y dejar de ser mentiroso, copado y chamullero, escribe hasta la última palabra que tiene que ver con la persuasión de que pague en clave-macabra. Si nos equivocamos y el pago ya había sido efectuado, debo ser un señor, alguien que se debe tratar de usted.
  4. A nivel general: Estás en falta. Amenaza. Si te cortamos la cabeza y era un error, sorry.
  5. Las tildes no me importan. Y la recontrahijadeputez versera y asquerosa de poner movistar con minúscula menos.

Ahora sé que abajo de tus teclas corren venas llenas de sangre. Sangre mediocre como la mía.

Entonces, cuando releía tu mensaje escuchaba la idea de una noche. Pero una noche a las cuatro de la tarde; el sol nublado, chorreando humedad, todo abajo. Al principio encontré esa idea de la que te hablaba antes: cuando me quedé pensando en vos creí ver que antes de mis nuevas y primeras ideas, había en el suelo carnoso, anterior a mis pensamientos, una figura, una máquina. Algo, no alguien; sin persona, sin identidad y casi sin lugar. Nadie me mandaba lo que me mandaste. Pero después te leí y te escuché. Vi que tus palabras decían muchas cosas a la vez y ninguna fue buena. Dejé de verte de-mañana, superada (en el buen sentido) y sin identidad (sin una obligación de ser) y te empecé a ver de-ahora, de acá cerca, con un lugar y una identidad precisa. Manipuladora, persuasiva y a su vez errática, obvia. Pero me costaba verte así, ver a un inepto que no sabe de acentos. No pude creer que tu voz (¡tu voz!) saliera de la cara de un empleado torpe que no supiera nada de sintáxis, de coherencia de personas o de hasta la Importancia de su empresa. Y así te abrí.

Ahora, después de que la forma de tus teclas, tu pantalla y tu cuerpo se hayan vuelto una duda para mí, puedo olerte el cuello, abajo de la oreja, y saber que escondida en esas formas heladas que son tus mensajes, hay sangre caliente. Caliente y aburrida como la mía. Ojo: no quiero que pienses que pienso que hay alguien que piensa tu voz y tus palabras y me las mensajea. No, por favor. La sangre que olí abajo de tus números no es la de un otro mandando mensajes y menos la de una máquina (la idea primera). La sangre que olí es la mía. Lo único que me dijiste con esos cambios de persona, con esa amenaza pueril y barata, fue que abajo tuyo hay sangre, pero que esa sangre, como la que veo en todos, todos, todos los demás, no es más que la mía.